Una noche recibí un regalo muy especial de la chica que más quiero en el mundo, se trataba de un CD que contenía canciones dedicadas a mí. Escucharlo fue una experiencia única, sublime, memorable. Todas las pistas habían sido cuidadosamente seleccionadas por su carga emotiva y sincera. Me hizo muy feliz.
El disco se estaba reproduciendo, de pronto una de las canciones emergió del silencio que se da entre cada pista y se presentó ante mí con un armonioso y sutil piano, acompañado de una guitarra acústica, cuyas arpegios adornaban la armonía de forma casi perfecta y la base de una batería poco perceptible que marcaba el ritmo parsimonioso y elegante de la pieza. Sin embargo, para mi sorpresa, surgió intempestivamente una voz aguardientosa, hiriente, con un acento español que sacudió mi mundo al iniciar la letra recitando:
"Yo no quiero un amor civilizado, con recibos y escenas del sofá
yo no quiero que viajes al pasado y vuelvas del mercado con ganas de llorar
yo no quiero vecinas con pucheros, yo no quiero sembrar ni compartir
yo no quiero catorce de febrero ni cumpleaños feliz...".
Por un instante perdí la noción del tiempo y me sumergí en la canción, de tal manera que los casi cuatro minutos y 30 segundos que se prolonga la canción, me parecieron infinitos. Todo cambió para mí, ya no pude ser el mismo y mi capacidad analítica de la música (que se limitaba principalmente a apreciar la ejecución musical y la composición armónica, sin tomar en cuenta la letra) evolucionó.
Pero lo que generó en mí un terremoto emocional, fue la llamada previa y el coro:
"...lo que yo quiero corazón cobarde
es que mueras por mí...
Y morirme contigo si te matas
Y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren"
La canción se llamaba "Contigo". El amor, la pasión o como cada uno quiera llamarle adquirió un nuevo significado para mí, me abrieron los ojos. Es cierto, utilizando términos científicos, el enamoramiento es en realidad un envenenamiento químico, pero si es así, no hay nada mejor que estar envenenado y morir a causa de haber ingerido varios litros de ese veneno.
Joaquín Sabina, señores. El dueño de dicha voz era él, "el genio de Úbeda", el flaco, "joaco" para los amigos, ese loco de aspecto desaliñado, adicto a la vida bohemia y a sus vicios, con pinta de borracho, con fama de mujeriego, eterno enamorado de Lima, ciudad que frecuenta mucho y donde vive su "Rosa de Lima, su rosa lejana", Jimena. Este tipo cambió mi visión de la música y despertó en mí una afición casi enfermiza por su obra, música y poemas. Ahora no puedo dejar de escucharlo. Por lo menos, debo escuchar una canción suya al día. Es una necesidad, soy un farmacodependiente de su poesía.
Acompañado de sus inseparables compañeros, los "señores compositores" Pancho Varona y Antonio García de Diego, lleva una carrera de casi treinta y cinco años, con más de quince álbumes y millones de discos vendidos a nivel mundial. Bien merecido se lo tiene Joaquín. Más tarde, descubrí canciones como "Y sin embargo", "19 días y 500 noches", "Aves de paso", "Besos con sal", "Pastillas para no soñar", "Calle melancolía, "A la orilla de la chimenea", "Y nos dieron las diez", "Conductores suicidas", "Por el boulevard de los sueños rotos", "princesa", y si sigo me faltarían blogs para completar la obra completa de este genio.
Tres meses después de conocer personalmente a Joaquín (porque yo siento que lo conozco, siento que es mi amigo, se que NO me conoce, pero nos llevamos bien), el Señor bendijo Lima y lo trajo para realizar un concierto y no sólo vino él, sino también otro monstruo su amigo "el Nano", ese que "no le roba nada y es su hermano", Joan Manuel Serrat, a quien dedicaré otro post. Efectivamente, en Diciembre de 2006 pasó por Lima la gira "Dos pájaros de un tiro" que unió a ambos genios a lo largo de toda España y Latinoamérica durante siete meses. Aquella noche fue apoteósica, me la pasé toda la noche abrazado a mi padre Jorge Alvarez von Maack (gran admirador y cultor de Joan Manuel Serrat), disfrutando de un repertorio extraordinario de canciones, donde cada uno interpretaba sus grandes éxitos, Sabina interpretaba a Serrat y Serrat cantaba lo de Sabina y luego ambos compartían escenario para hacernos cagar en los pantalones a todos los asistentes. Un conciertazo, un juergón, sólo así podría describir lo vivido en dicha velada.
Hace poco mis viejos me levantaron una mañana para darme una buena nueva, resulta que Sabina vuelve a Lima, con su gira "Vinagre y Rosas" este 2 de junio en el Jockey Club del Perú. Este jueves corrí a adquirir las entradas para toda mi familia, cuatro entradas en una zona privilegiada para poder revivir y contar una nueva historia. Espero que sea mejor que la última vez, que todo se de, que Joaquín nos deleite con lo mejor de él, con sus frases precisas, con sus jodas ácidas y sarcásticas y con su poesía, su música. El maestro Joaquín vuelve y los terremotos y sacudones estarán a la vuelta de la esquina.
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